Huelga decir que este tipo de películas necesitan de un mecanismo especial que deben activar los propios espectadores: ese espíritu navideño tan empalagoso que con tanto orgullo prodigan los americanos.
Cortesía de: HOBBYCONSOLAS
Crítica de Crónicas de Navidad, dirigida por Clay Kaytis y escrita por Matt Lieberman. La nueva película navideña de Netflix está protagonizada por Kurt Russell, Darbie Camp, Kimberly Williams-Paisley, Oliver Hudson o Judah Lewis, entre otros. Su estreno en Netflix España es el 22 de noviembre de 2018.
Netflix se ha apuntado al carro de la Navidad y ha preparado la campaña de visionados con premura, estrenando el pasado 22 de noviembre su película original Crónicas de Navidad. La cinta ya ha circulado por medio mundo a través de los televisores de sus abonados y su jefe de contenidos, Ted Sarandos, ha afirmado que es una de sus producciones más exitosas. Las cifras son de aúpa: más de 20 millones de reproducciones en su primera semana. Casi nada.
Una cantidad de visionados que, según Sarandos, habrían supuesto el equivalente a 200 millones de dólares en su semana de apertura si hubiese llegado a los cines. Tomando con extrema cautela estas palabras, lo cierto es que la plataforma de contenidos en streaming ha permitido que Crónicas de Navidad, una película de perfil bajo para ese público de media tarde recogido entre mantas, se convierta en un éxito global sin precedentes.
¡Yo no digo "Ho, ho, ho"!
Kurt Rusell es uno de sus grandes atractivos. El actor regresa a una película infantil para encarnar al mismísimo Papá Noel, pero no a uno cualquiera, sino a uno de los más divertidos que hayan pasado por nuestras pantallas. Es socarrón, más mundano de lo que aparenta y, cómo no, es siempre bondadoso.
Tendrá que salvar la Navidad junto a los hermanos Kate y Teddy Pierce (Darby Camp y Judah Lewis, respectivamente), quienes provocan un accidente en su trineo por el que deberán recuperar a los renos, los regalos y repararlo todo antes de que sea demasiado tarde.
Huelga decir que este tipo de películas necesitan de un mecanismo especial que deben activar los propios espectadores: ese espíritu navideño tan empalagoso que con tanto orgullo prodigan los americanos. Tendremos que vestirnos con nuestro pijama de cuando éramos niños y dejarnos llevar, una vez más, por la magia de la inocencia que lo hacía todo posible. Y digo que depende de sus propios espectadores porque esta película de Netflix nos deja un poco vacíos de fondo y saturados de forma.
La historia que permite arrancar la trama no es especialmente imaginativa, ni tampoco lo es su desarrollo. La pareja de jóvenes protagonistas sigue los patrones convencionales del género y, por lo que a un servidor respecta, no terminan de establecer la conexión necesaria como para dejarse llevar por su saturación de luces y caramelo. Cada vez que Russell se aleja de pantalla, el espíritu navideño que mide el reloj que lleva en la muñeca disminuye también en nosotros.
Su Papá Noel tiene un recurso extremadamente poderoso no tan explotado y que genera la escena más divertida de la película: la omnisciencia. El bueno de San Nicolás lo sabe todo sobre todos y conoce especialmente al niño interior de cada uno, lo que podría aprovechar a las mil maravillas para despertar esa parte más subversiva contra el género y ofrecernos el despunte irónico que la haga realmente divertida. La idea, sin embargo, sólo rasca la superficie y nos habría encantado poder ver hasta qué punto podría dominar la ironía esta nueva representación del viejo Santa Claus.
No sabemos si hay una intención explícita para que nos quede ese regusto a comedia navideña de los 90, pero definitivamente hay una impronta que podría enmarcarla en esa década. Para unos será repetitivo; para otros revivirá la esencia de aquellos maravillosos años de clásicos como Solo en casa. Eso sí, ni sus personajes ni la comedia que ofrece están a la altura de este coloso que ponemos como ejemplo.
A pesar de ello, el conjunto es fácilmente disfrutable. Crónicas de Navidad es para abrigarte al calor de una buena manta acompañado por la familia y, si es posible, con algún niño que se deje llevar embobado por la fantasía mientras está sentado en el suelo delante del televisor.
No tiene los mejores efectos, ni el mejor desarrollo de personajes, ni siquiera la mejor escenografía para transportarnos al país de los regalos y la magia y seguro que necesitaremos quitarnos el dichoso caparazón de adultos que tanto nos pesa, pero una vez lo hagamos, podremos dejarnos llevar por ella. Una película festiva que no es de las más memorables, pero es lo suficientemente entretenida como conseguir que toda la familia pase un buen rato en compañía reunida en el salón. Y eso ya es suficiente como para dedicarle un par de halagos.
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